¿Quién no conoce a algún niño que se haya llevado a la boca tierra de las macetas, alguna tiza del colegio, la plastilina o algún insecto con el fin de comérselo?

La PICA es un peculiar Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) caracterizado por la ingesta de cosas que no son alimentos (tierra, pasta dental, madera, hierba, papel, tiza…) y que suele darse más comúnmente entre los niños. Este comportamiento va disminuyendo con la edad y solo un 10% de la población, mayor de 12 años, presenta este trastorno, aunque también pueden darse casos en la adolescencia y en la edad adulta.

La pica es un trastorno que, hasta hoy, no ha recibido mucha atención por parte de los investigadores. Incluso se desconoce la causa o su prevalencia y se presenta por igual en ambos sexos. Las hipótesis más aceptadas sobre la causa de la pica son las relacionadas con factores de influencia cultural, de estatus socioeconómico, bioquímicos, trastornos psicológicos varios y otras enfermedades de deficiencia.

PICA en edad adultauñas

No es muy común que este trastorno aparezca en la edad adulta pero algunos adolescentes o adultos, en estados de ansiedad, estrés y angustia, tienen el deseo de morder y comerse las uñas o masticar hojas de papel, cabellos y bolígrafos.

En estos casos, los individuos presentan un perfil con un inadecuado manejo de las emociones, ya que no cuentan con las habilidades necesarias para afrontar la tensión o ansiedad en el trabajo, escuela o vida en pareja.

Además, aparecen paralelamente una serie de problemas secundarios que dificultan la convivencia con otras personas, ya que quienes padecen pica son señalados por sus compañeros de escuela o de trabajo como personas “raras” o de hábitos extraños, generando que sean más tímidos, que se aíslen socialmente, o que tengan dificultad para establecer nuevas relaciones sociales.

Estos problemas secundarios son más que suficientes para que las personas que padecen estos trastornos, acompañados de dificultades emocionales y nerviosismo,  reciban un tratamiento psicosocial, ambiental y familiar personalizado llevada en conjunto por médicos y psicólogos.

La terapia cognitivo-conductual y la terapia familiar han resultado ser las terapias más usadas para tratar de buscar en profundidad los motivos de esta conducta (muchas veces, son conductas repetitivas que se hacen sin más y en la que la persona no es consciente de que ha adquirido un mal hábito) y corregir comportamientos, orientando al paciente a no consumir más estos objetos.

Será necesario por lo tanto, una intervención de manera rápida y temprana para poder revertir el problema lo antes posible, puesto que, en algunas ocasiones, estas ingestas ponen en peligro además la integridad física de la persona por infecciones parasitarias, atragantamientos, intoxicaciones, alergias, perforaciones u obstrucciones intestinales.

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